miércoles, 25 de marzo de 2009

Respuestas 12. RAZONES CONTRA EL RELATIVISMO MORAL

PASIÓN POR LA EVIDENCIA Y LA RAZÓN.



No diré en ningún momento que la empatía no tenga su papel en el afán de conseguir una justicia universal. Pero, como dije, el informe (inespecífico) de la emoción moral no es suficiente.


Al igual que las mentes racionales (virtualmente la mente de toda persona normal), combaten instintivamente el error en cuestiones no sociales, también las combaten en cuestiones sociales o humanas.

Si esto no era ya evidente, la implantación y expansión de Internet lo ha dejado más claro que el agua: la gente se pelea constantemente por sus idas, por llevar la razón. Estos blogs son una prueba contundente de hasta dónde alcanza el deseo de conocer la verdad y de proclamarla para que los demás la conozcan. Hasta dónde el deseo de combatir lo que parece falso a cada cual. Los foros son un hervidero continuo de opiniones encontradas, de voces airadas, de insultos, de palabrotas, de sarcasmos destructores, de continuas descalificaciones del contrario, etc. Quien desee comprobarlo, no tendrá más que echar un vistazo a varios foros de la red. No tardará en computar cientos o miles de forcejeos y acaloradas discusiones.

¿Por qué esta agresividad si cada cual va a comer y dormir igual a cabo del día? ¿Qué necesidad tenemos todos de imponer aquello que nos parece evidente? ¿Por qué no nos conformamos con verlo evidente para nosotros mismos?


Probablemente el motivo es evolutivo (instintivo). Nosotros vivimos en un medio bastante seguro, aunque al precio de mantener un gran esfuerzo por eliminar los efectos de la entropía: recoger las basuras cada día, mantener en buen estado el tendido eléctrico, el alcantarillado, el sistema de aguas, limpiar las casas y las calles, revisar el motor del autobús, tener un armamento moderno, mantener buenas relaciones diplomáticas con nuestros vecinos, etc. Pero no nos debemos dejar engañar por las apariencias: nuestra condición de seres humanos es precaria. Somos débiles por naturaleza. Si nos equivocamos en relación con cuestiones vitales, nos puede salir muy caro.


Como dije hace poco, nuestro sistema cognitivo no puede aceptar aquello que no ve evidente. No puede aceptar que 2 más 2 sean 5. Sencillamente, no puede. Y esto es funcional en grado sumo. Imaginemos a nuestros antepasados evolutivos. Después de salir a cazar búfalos, uno de los cazadores explica a los otros que bastará hacer una zanja de medio metro de profundidad para que el animal, una vez caiga en ella, no pueda salir. Póngase el lector en situación. ¿No objetaría nada? Yo, desde luego, sí. Yo diría que con medio metro no sería suficiente, que el animal podría salir de la zanja fácilmente, con el peligro anejo. Previsiblemente, entraríamos en una discusión bastante acalorada. O imagine que discrepásemos sobre si las setas que hay que dar al niño son o no venenosas. O si con estas vigas se mantendrá el techo en su sitio.


Probablemente ésta sea una de las razones por las que somos capaces de discutir airadamente incluso cosas que no tengan una repercusión inmediata o real en nuestras vidas.


Aparte tenemos el prestigio social: está en juego nuestra inteligencia ante los demás. Parece comprobado que cuanto más dura una discusión, menos probabilidad hay de llegar a un acuerdo. (Si esto es cierto, ya parece muy poco probable que nosotros, aquí, lleguemos a entendernos.)



34.1. Estimado Raus, yo no sería tan optimista acerca del origen racional de las discusiones, ni las que tienen lugar en internet ni en ninguna otra parte. Lo digo así no porque dude de que la verdad de las creencias es algo valioso para el ser humano o de que la gente que discute cree estar discutiendo acerca de verdades de hecho. el asunto no concierne al valor o al concepto de verdad sino al criterio de verdad.

34.2. Cualquiera cree espontáneamente que hay una gran diferencia entre algo contado como ficción y algo que se supone que describe un hecho, y es esa misma referencia al hecho que la ficción sólo aparenta por varios motivos que aquí no detallaremos. Nadie cree ser engañado por una novela pero sí se siente engañado cuando alguien le convence de que ocurren hechos que no ocurren realmente. Y es que no se trata de una mera estética o una diversión sino de datos que nos llevan a hacer unas cosas y a no hacer otras y que tienen consecuencias reales.

34.3. Sabemos así que es verdad aquello que describe las cosas tal como lo haríamos si estuviéramos observándolas y que nos interesa saber si es verdad que el objeto que compramos es el que creemos comprar y no una estafa, o que el vaso contiene agua y no veneno. Pero los criterios que nos permiten determinar si algo es verdad no siempre pueden ser tan directos. Por ejemplo, debemos confiar en testigos para certificar hechos que han ocurrido una vez y que por tanto no son reproducibles o que no han dejado otras huellas que esos testimonios. Así que en algunos casos es necesario confiar en la credibilidad de personas que la han probado en otras ocasiones y en las discusiones la cuestión pasa de la verdad de las afirmaciones a la credibilidad de los testigos, cosa que éstos no ven siempre con agrado.

34.4. Pero esa cuestión se enreda con otra no menos complicada: la fidelidad de una persona a un grupo y la forma en que lo demuestra. Es generalmente vital para una persona contar con el apoyo de un grupo y siempre es útil, y esa pertenencia implica ayudas mutuas demoradas en el tiempo, es decir: aportaciones de diversos tipos de un individuo a otros y a la estructura social basadas en la creencia de que en caso necesario esos individuos y la sociedad aportarán ayudas al primero. Se trata de una especie de mutualidad de seguro en la que un individuo aporta su cuota y acredita su capacidad para seguir aportando. Por eso es tan hiriente la mentira y la traición del más cercano, mucho más que las de alguien que ya era conocido como enemigo o indiferente.

34.5. Acreditar la fidelidad a un grupo equivale a estar pagando la cuota actual y a estar dispuesto a seguir pagándola, mientras que quien relativiza esa fidelidad se hace objeto de la desconfianza general pues va mostrando su poca fe en los pactos. Y esa fidelidad se muestra como más extraordinaria cuanto más exigente sea la prueba. Quizá por eso los grupos sociales suelen cargar de absurdas pruebas de paso o de admisión a todo el que quiere entrar a formar parte de ellos o seguir formando parte. Si son capaces de superar las pruebas demostrarán que son de confianza y la sociedad podrá confiar en ellos.

34.6. Por eso, las discusiones acaloradas no tratan sólo sobre la verdad de algo sino sobre la fidelidad del individuo a lo que opina mayoritariamente un grupo. Son pruebas de fidelidad y no de verdad, aunque en la base de todo haya una confianza en que el grupo tiene razón porque ha sobrevivido, mientras que el individuo aislado puede equivocarse con más facilidad. Creo que sería imposible convencer a alguien de que fuera fiel a un grupo pidiéndole que crea algo que se le dice explícitamente que es falso porque lo vería como un engaño y el indicio de un daño futuro. Podrá decir que lo cree frente a otros y tratar de engañarlos para beneficio de su grupo, pero no lo creerá. Así que el concepto y aplicación de la verdad queda siempre a salvo.

34.7. Por último, creo también que el prestigio social es decisivo y que los intentos de defender algo como verdad tiene un papel de hazaña frente a amigos y enemigos y que ayuda, en principio, a subir puestos en la escala de admiración, de crédito y de predisposición de otros a aportar sus recursos o s esfuerzo en una labor dirigida por esa persona prestigiosa.



Si el deseo de todo hombre es ser libre y racionalmente feliz, debe liberarse de las fuentes del miedo: la muerte prematura, el crimen, el sufrimiento, la enfermedad, la esclavitud, el hambre… Para ello recurre a estudiar el mundo físico y el mundo social con métodos racionales que lo aproximen más y más a verdades definitivas: los métodos de la ciencia y la justicia, respectivamente. Si lo que yo deseo es curarme para seguir viviendo lo más feliz que pueda, será un error intentar curarme por medio de ritos chamánicos. Si lo que deseo es ser todo lo feliz que pueda dentro de mi condición racional, será un error admitir como bueno el criterio del delincuente, pues ello me abocará a la ley de la selva. Por eso es un error el delito, porque nos desvía de nuestro destino: la felicidad social proyectada por la razón.



35.1. Coincido con usted, Raus, en opinar que la mejor y quizá la única forma viable a largo plazo de vivir libres, prósperos y felices es usar la razón en relación con los asuntos sociales. La cooperación social aporta al individuo la capacidad de superar limites que quedarían fuera de su alcance en solitario y me parece que son de tres tipos: los límites del esfuerzo, de la complejidad y del tiempo. Me explicaré.

Es obvio que un grupo numeroso puede superar en fuerza a cualquier individuo sólo con agregar más y más individuos al grupo. Los humanos primitivos pudieron cazar así animales que de otro modo serían más fuertes y fieros, mover rocas o ríos, construir edificios o barcos, cosas que un individuo no podría haber realizado. Basta el ejemplo de que si diez personas son capaces de mover una roca que no puede ser movida por una sola, las diez pueden mover diez rocas mientras que cada una no podría haber movido ninguna por separado.

También es obvio que hay tareas complejas que requieren la participación de varias personas. Los humanos primitivos pudieron así crear trampas para animales llevando a los rebaños hacia ellas, coordinando vigías y cazadores, rodeando a presas grandes o relevándose en las persecuciones. Por otra parte las técnicas que puede dominar un ser humano son limitadas y también lo es el conjunto de conocimientos que puede poseer. Nadie hay capaz de todo y cuanto más se dispersa la acción menos se consigue. Así, los fabricantes de armas y utensilios, los cazadores, los tejedores, los alfareros o los curanderos pudieron ser competentes en sus oficios dedicándose en exclusiva o preferentemente a ellos con la garantía razonable de que el resto de sus necesidades estaría cubierta por otros individuos especializados en los suyos.

Y en último lugar y quizá como lo menos obvio tenemos que todo ser humano puede pasar al azar por momentos de debilidad, enfermedad o convalecencia de heridas, y necesariamente por la infancia y la vejez. No podemos estar seguros de valernos por nosotros mismos todo el tiempo y esos momentos difíciles serían suficientes para acabar con cualquiera de nosotros y de las personas a nuestro cargo. Sin embargo, el grupo social proporciona un seguro de asistencia para esos momentos a cambio del compromiso de ayudar cuando sea necesario. Y en un grupo de cazadores recolectores, por ejemplo, sería difícil que un individuo no pasase por periodos con heridas, enfermedades o fracasos en el logro de alimento que le llevarían a la muerte de estar solo, pero que pueden ser sobrellevados con la ayuda de los demás.

35.2. Así que es del interés de todos los individuos que su grupo social funcione y se mantenga. Pero en todo grupo hay, además de los beneficios, los pagos correlativos al bienestar de los demás. No sólo es necesario aportar en algún momento el trabajo sino coordinar las funciones y dedicar los cuidados para otros. No se puede hacer todo lo que se haría en aislamiento y eso es el precio por conseguir todo lo que no se podría conseguir en aislamiento. Pero es difícil que las opiniones y criterios subjetivos de todos y cada uno de los individuos coincidan cuando es necesario que coincidan, que cada uno esté de acuerdo en cuánto esfuerzo aportar, qué función desempeñar y qué tiempo dedicar a otros. Y esto, que es vital, como había dicho, llevaría a un conflicto permanentemente abierto salvo que se pueda ver objetivamente, aparte de los intereses y las opiniones personales, qué es necesario hacer en beneficio de todos y en qué medida.

Sólo el acuerdo acerca de la verdad de cualquier afirmación del tipo "es necesario hacer x" puede llevar a la colaboración voluntaria. Lo contrario sería el conflicto entre quienes se creen engañados. La racionalidad consiste en mostrar que una afirmación es válida para cualquiera que vea o que piense y, por lo tanto, puede mostrar a cada individuo que algo puede ser necesario y que le reportará provecho y no un perjuicio a través de una mentira interesada. Por eso la racionalidad es tan relevante en la sociedad y creo que el progreso de las sociedades europeas se aceleró enormemente cuando, tras la Edad media, se defendió que la razón es una misma para todos y que no existen verdades que no sean accesibles a cualquier persona que piensa, tarde más o menos en analizarlas o aunque no sea capaz de analizarlas sin ayuda. Eso llevó no sólo al progreso de las ciencias sino a la tolerancia para con quien piensa con sus exclusivas fuerzas y no exige una obediencia basada en una autoridad sobrehumana, a la pluralidad de opiniones y a defender la libertad para expresarlas y llevarlas a la práctica; a la consideración de otros como semejantes y no como seres inferiores en sus capacidades y, por tanto, merecedores de menos derechos o de más obligaciones, al pluralismo social que destruía la idea estamental de una sociedad dividida en señores y siervos por naturaleza y que abría paso a que las decisiones y las leyes fueran en interés de la mayoría y consultadas con todos para evitar el despotismo.

35.3. El irracionalismo ha llevado a crear bandos irreductibles que carecen de otro lugar común que el campo de batalla y que no saben llegar a un acuerdo sino que van al mutuo exterminio. Es por eso por lo que creo que la razón lleva a la colaboración de un máximo de personas, a una coordinación de sus esfuerzos, habilidades y conocimientos y a una solidaridad que garantiza la protección en los momentos desastrosos; tanto como creo que la irracionalidad lleva a destruir esfuerzos por el enfrentamiento mutuo, a descomponer toda posibilidad de crecimiento y progreso y a crear desastres y muertes en vez de evitarlos.

35.4. Durante siglos se sucedieron en Europa y por todo el mundo guerras que acarrearon millones de muertos, destrucción de bienes y angustia. Sólo con las potencialidades liberadas de esa destrucción, el crecimiento de la cantidad de trabajo disponible, de recursos y de felicidad, la razón estaría más que justificada sin necesidad de aportar nada más que evitar la destrucción. Con más motivo cuando vemos el progreso de las ciencias y las técnicas, la mejora en las condiciones de vida, en la salud y la alimentación, los descubrimientos que facilitan la vida y el trabajo y la producción masiva de bienes y servicios.






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